Pautas de felicidad para el matrimonio
“¡Buenos días princesa! He soñado toda la noche contigo. Íbamos al cine y tú llevabas aquel vestido rosa que me gusta tanto. Sólo pienso en ti princesa... pienso siempre en ti...”
Roberto Benigni, La vida es bella
Muchos creemos en el amor del matrimonio. Un amor que empieza con un sí comprometido. Un amor que exige una acción atenta y delicada, que trabajamos y actualizamos cada día.
Para la felicidad del matrimonio se hace necesario vivir con constancia una serie de pequeños detalles que hacen más amable la convivencia, que mantienen la ilusión de los primeros tiempos y que son formas concretas de demostrar el amor.
Un “buenos días princesa” (tres palabras con las que encabezamos esta reflexión) puede parecernos un poco cursi, pero si seguimos hasta el final la película La vida es bella nos damos cuenta de que el protagonista es un mirlo blanco con gran capacidad de sorprender y de enamorar, y que de cursi no tiene nada.
Podemos reflexionar personalmente las siguientes pautas:
1. Acostumbrarnos a conjugar el “nosotros” para compartir penas y alegrías. Arrinconemos el “yo”, aunque es bueno que cada uno de los cónyuges mantenga sus zonas de independencia, que han de ser respetadas y comprendidas por ambos.
2. Velar, cultivar, proteger y alimentar el amor, buscando espacios íntimos de comunicación y alguna salida de casa solos, como antes de casarse y tener hijos.
3. Tratar con muchísimo cariño a los abuelos para tener siempre con ellos una sincera confianza y ser muy agradecidos cuando nos hacen un favor y saber ver cuando no lo podemos pedir por causas de enfermedad u otras dificultades.
4. Comunicarnos los cónyuges. Busquemos espacios tranquilos para hablar sin mirar el reloj; comentar el día a día; hablar de los hijos; volver a practicar algún deporte o afición, si tenemos tiempo; conversar sobre qué preocupaciones tenemos en el trabajo, etcétera.
5. Valorar, asimismo, lo que hacemos el uno por el otro. Dice un dicho castellano que “obras son amores y no buenas razones”. Y es bien cierto que no bastan las palabras para demostrar el amor, sino que debemos demostrarlo con hechos. Recuerdo la anécdota, quizás exagerada, de aquel chico, exultante, que escribía a su enamorada:
“Para ir a verte pisaría cuchillos afilados, para ir a verte atravesaría mares de fuego, para ir a verte subiría al firmamento a robar estrellas.
P.D. El sábado, si llueve, no te iré a ver”.
¡Menudo amor con obras el de este joven enamorado que se queda sin fuerza para ver a su novia por cuatro gotas de lluvia!
Tener detalles y dedicar tiempo son detalles propios del amor y ayudan a la felicidad, en ellos encontramos esta actitud positiva necesaria para mantener la ilusión y el entusiasmo. Una ilusión que descubren nuestros hijos y amigos y les hace llegar a la conclusión que pueden ser felices en el matrimonio.
La vida es bella en el matrimonio cuando se viven estas pequeñas delicadezas mutuas que dan consuelo al alma. Podemos copiar la figura de Guido (interpretado por Roberto Benigni) aunque no estemos recluidos en un campo de concentración. Él hace lo que sea para conquistar a Dora, la muchacha que le gusta. Ya casados, su amor le hace hacer increíbles locuras y su generosidad alcanza hasta el último momento de esta fábula, una fábula que nos enseña diversas maneras de demostrar el cariño y de no dejarse llevar por el desaliento ni la rutina.
La capacidad de amar se agranda en la medida que la acrecentamos. Son muchas las maravillas que tenemos en el matrimonio y que hemos de descubrir para fortalecer nuestro amor i para aumentarlo.
(Lo he publicado, también, en el portal de Fluvium.org, en febrero 2013 con el título “La vida es bella en el matrimonio”).
Nota: Ya sabéis que en este bloc no hacemos comentarios pero una amiga de facebook - Anna Baduell - me destaca que la importancia de saber escuchar. Posiblemente en un próximo post ampliaré el punto 2 y 4 que hablan de comunicación). ¡Gracias, amiga!
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