diumenge, 21 de juliol del 2013

Mi primer hijo (Sin ser perfeccionista)



Primer hijo, no ser perfeccionista.


“Hemos creado una embrutecedora cultura del perfeccionismo. Esperamos que todo sea perfecto: nuestros dientes, nuestros cuerpos, nuestras vacaciones. Y, queremos hijos perfectos para redondear el retrato. El problema es que no hay tal cosa y esta búsqueda se está volviendo contra nosotros".

Carl Honoré


Reflexionemos ante el nacimiento de nuestro primer hijo que no somos perfectos y ahí radica la fuerza de la educación. No necesitamos manual de instrucciones.

Quedémonos tranquilos si somos cariñosos. El mejor manual de instrucciones es amar. Es verdad que el manual no llega por ciencia infusa o por un milagro. Pero el milagro se da a nivel personal, ya que ante un nuevo ser, a todos los padres se les ensancha su corazón y reflexionan sobre cómo manejar la nueva situación con sentido común. Es evidente que aumenta su ingenio para adquirir conocimientos, se estrujan los sesos o «sudan» con trabajos extras para ganar más dinero y alimentar al pequeño. También se reduce el tiempo que teníamos para nosotros, los padres, y lo invertimos gustosos en bien del pequeño. Aumenta el olvido de uno mismo.

Ahora es momento de ver cómo lo hacemos y las líneas de actuación que nos trazamos para crear un hogar cálido para el marido, la mujer y nuestro pequeño. No aceptemos intromisiones. Hay un tipo de personas que se creen superiores y que no paran de desorientarnos con sus consejos. No nos dejemos influir por las que parecen expertas en todo y nos dan muchísimas explicaciones como si estuviesen dando una lección magistral.

Confiemos en el el sentido comun, en la ternura que sentimos y en los consejos del pediatra.

Tengamos confianza en el amor, que es el motor de la vida; cada nacimiento lo acelera. Hacemos pequeños sacrificios por nuestro bebé: noches en blanco para atenderlo o salir a la calle para comprar pañales y otros productos de higiene son nuevas acciones que nos llevan tiempo. La más costosa es no poder dormir cinco horas seguidas. Tiene gracia este párrafo que circulaba hace pocos días por la red de facebook y que lo escribía una madre con niños pequeños:

“Llega un momento en la vida en donde la palabra «divertirse» ya no significa salir de fiesta, beber, recogerse a las 4:00 de la mañana o pensar sólo en uno mismo. Divertirse significa ver películas de Disney, cenas familiares, historias a la hora de dormir, largos abrazos, una casa desordenada, irse a dormir a las 10:00 de la noche y escuchar vocecitas diciendo «te quiero». Ser padre no te cambia, pero hace que te des cuenta de que aquellas personitas que TÚ has creado merecen lo mejor de tu tiempo. Copia esto si estás orgulloso/a de ser papá/mamá♥”.

No podemos olvidarnos del papel de los abuelos, tantas veces presentes en nuestro hogar, igual que nuestros pequeños en el suyo. Ellos ejercen un papel de apoyo, de ternura, de transmisión de raíces, y han sido, son y serán un gran soporte para ayudar a la mujer a su plena incorporación al mundo laboral.

Unos abuelos que no son los malcriadores oficiales, como los etiquetan algunos padres jóvenes. Son de gran ayuda para transmitir raíces, tradiciones y dar un sabor especial y tierno a la familia, porque ellos siempre ven todas las gracias a sus nietos.

Unos abuelos que podemos visitar más en verano o que agradecemos como nos acogen en su casa.

Sin ser perfeccionistas veamos a nuestro primer hijo con ternura y desde el corazón para crear un vínculo afectivo necesario para caminar por la vida.

Y, desde el primer día, vivamos intensamente el momento de la lactancia materna, fuente de salud y de creación de lazos de cariño.

¡Feliz verano en familia!





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