divendres, 15 de novembre del 2013

Buscamos espacios de diálogo


Ver hoy esta imagen me recuerda la edición de “Un extraño en casa”, editada por Viceversa, destinada a padres de adolescentes, también en catalán, editado por Pòrtic (grupo 62). Es por ello que os dejo el inicio de la introducción des reflexiones sobre la adolescencia porque el punto central es conseguir la comunicación “a pesar” de Internet. (Y gracias a Dios que tenemos).
Hoy es difícil comunicarse con los hijos, y la convivencia se convierte en un rompecabezas de máxima dificultad en el que es complicado encajar todas las piezas adecuadamente. ¡Nos ha salido competencia!
Y es que ahora resulta que nuestros hijos prefieren conectarse con los amigos de la Red antes que comunicarse con nosotros. Y los padres abandonamos al primer ramalazo de nuestro hijo por no saber establecer diálogos con esos adolescentes felices con sus auriculares en los oídos.
¿Cómo abriremos la puerta del diálogo? ¿Cómo conseguiremos que nos escuchen y cómo sabremos escucharlos? ¿Cómo podrán interiorizar los valores que les queremos transmitir y que ellos también se plantean, valores tales como la amistad, la bondad, la generosidad, el amor, la responsabilidad, la autonomía o la libertad, si no podemos conversar con ellos?
¡No es fácil! Tenemos muchos contrincantes en Internet y una solución muy pobre sería intercambiarnos mensajes o chatear a través de Facebook con ellos. Debemos buscar otras alternativas más personales, a la vez que aceptamos, con naturalidad y alegría, este instrumento del tercer milenio. No podríamos avanzar ni ser eficaces sin asumir las tecnologías actuales con simpatía.
Procuraremos, en primer lugar, conservar y fortalecer el vínculo afectivo que se creó en la etapa infantil de nuestro hijo. Lo fundamental para comunicarse es el afecto que ya tenemos ganado y que proporciona el clima de confianza óptimo. También nos esforzaremos por comprenderlo y así despertaremos en el adolescente una aceptación y un respeto crecientes.
Me siento capaz de transmitiros mis experiencias. Me avalan la educación, compartida con mi esposo, de seis hijos en todas sus etapas de crecimiento, los estudios de magisterio y de orientación familiar que me ofrecieron la oportunidad de conocer en profundidad los temas que nos ocupan y preocupan hoy, mis conversaciones con padres y adolescentes para encontrar soluciones a sus problemas de comunicación, el contacto regular con asociaciones, colegios y escuelas de padres donde he impartido conferencias y sesiones de orientación familiar. De todos he aprendido mucho, antes y después de los coloquios. En los capítulos siguientes, leeremos, pues, algunas ideas, historias, anécdotas, vivencias y algunas sugerencias prácticas.
En todo caso, Un extraño en casa está escrito con el objetivo de intentar establecer una buena comunicación con los hijos cuando llegan a la adolescencia, a pesar de las características propias de esta etapa y las dificultades y presiones externas que nos irán surgiendo por el camino. Son adolescentes y, como indica su etimología latina, adolescere, les falta algo para alcanzar esa madurez, y los padres debemos ayudarlos a conseguirla.


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