Afectividad y sexualidad (3)
Noches de
insomnio... para padres y para hijos...
“Vigilar
el mal incipiente antes de que tenga tiempo de madurar”.
Shakespeare:
Me han pedido
algunos amigos del blog que escriba sobre las salidas nocturnas, a través de
algunas experiencias, y así lo hago, sin olvidar que tenemos que ser firmes
para no relativizar este tema. La noche.es amiga del alcohol, de satisfacer
alguna curiosidad, o de la búsqueda del placer inmediato con la droga, con el
consiguiente peligro de que el adolescente pierda su claridad mental y el
dominio sobre sí mismo.
A los jóvenes les
parece que «todos lo hacen»: no todos lo hacen ni todos juegan con fuego.
Muchos padres retrasan, tantos años como les es posible, el permiso para salir
de noche, y aunque tengan disputas se mantienen firmes y se sacrifican buscando
otras actividades que, a pesar de que les recorte tiempo de sus hobbies personales, se lo explican con
serenidad a sus hijos y obtienen buenas respuestas por parte de ellos. Algunos
padres también me dicen que sufren más por las chicas que por los chicos, y
creo que se equivocan. Sin perder la serenidad debemos poner límites y educar la responsabilidad, recordando aquella
frase educativa: "Toda educación es aprendizaje para la espera". Con el mismo razonamiento,
se tiene que parar los pies tanto a los chicos que van presumiendo de
conquistadores, como a ellas que van con intención de ser las más solicitadas y
provocativas del grupo. Todos sienten atracción física, pero todos, si los
hemos educado bien, tienen la voluntad entrenada a no escoger lo más fácil sino
lo mejor.
Os traduzco de mi
libro Enseñar a vivir (Ensenyar a viure, Pòrtic, 2006), estos
párrafos:
Todo nos conduce a
pensar que este “todos lo hacen”, nos tiene que alertar para educar mejor y
para enseñar a saber distinguir. No podemos ir diciendo que todo está permitido
por el hecho de que lo hagan unos cuantos (a veces la minoría es la que hace
más ruido).
"Gastemos" nuestro tiempo para que nuestros hijos tengan capacidad crítica y no se dejen confundir. Es en
el espacio familiar donde tienen que encontrar orientaciones sobre la realidad
cotidiana. Cuando se da una negativa o se tiene que retardar la salida de
noche, conviene explicar el riesgo que comporta y hay que escucharlos, pero hay
que mantenernos firmes. Volvamos a marcar la frontera que creemos oportuna, el
límite que necesita el adolescente. Es negociar y llegar a pactos, cargándonos
de nuevo de paciencia, sin perder la confianza ni el diálogo con los hijos.
Muchos padres de
adolescentes coinciden en que les cuesta esfuerzo convencer a sus hijos de que
retrasen las salidas de noche, pero que cuando se lo hacen entender es una
alegría para ellos y para sus hijos; esto no excluye que los padres hayan hecho
alguna renuncia, por ejemplo, hacer algún cambio en su lugar de vacaciones o
irse todos de fin de semana a un lugar atractivo para los jóvenes o ponerse de
acuerdo con otros matrimonios con hijos de edades similares y hacer actividades
compartidas.
Otros padres me
cuentan que cuando sus hijos salen de noche los van a buscar a las cuatro de la
madrugada; los adolescentes les prohíben ir antes para no quedar mal delante de
los amigos. Los padres, atemorizados, ceden cuando, justamente, es el momento
de marcar horarios y de hacer cumplir las reglas de juego de la familia.
Hemos de ser más
valientes y no ceder, no pueden volver de las fiestas de madrugada. Los
adolescentes de trece, catorce y quince años han de dormir y tener orden, si no
van adquiriendo el hábito de levantarse al mediodía del siguiente día y quedan
incapacitados para estudiar o para tener un tiempo de descanso de fin de semana
reparador.
Una madre me decía:
“Estoy hecha polvo.
He aguantado estoicamente los gritos de mi hijo porque lo hemos castigado a no
salir este viernes, ya que así se lo mandamos cuando la semana anterior llegó
de día a casa...”
Ha hecho muy
bien. Es un castigo proporcionado a la falta que ha cometido. Ya queda dicho
que los adolescentes tienen que dormir, y las salidas de noche prolongadas les
provocan faltas de atención, irritabilidad y desórdenes emocionales.
Me indicaba
una amiga médico, respecto a las horas de sueño, que el promedio en la
adolescencia tiene que ser de nueve horas diarias:
Mis hijos se
enfadaban cuando les decía que la hormona del crecimiento se segrega en horas
concretas, que los biorritmos son importantes y que es también primordial
seguir unos horarios razonables y ordenados que favorezcan una buena salud
física. Por lo tanto, los horarios pueden romperse sólo excepcionalmente, y está
claro que una o dos veces a la semana no sería la excepción a la regla. Mis
hijos adolescentes me replicaban: “¡qué afortunados son los que no tienen una madre
médico que les dé la lata!”.
Os
transmito más opiniones de padres que limitan las salidas:
“Tenemos un
hijo que siempre es, según él, el único en todo; ya le decimos que le han
tocado unos padres que piensan en él y que algún día lo valorará. Nos
consideramos dialogantes pero, realmente, no entendemos a otros padres; los
amigos de nuestro hijo de quince años se pasan el fin de semana de fiesta en
fiesta, y cuando hablamos con los padres nos dicen que eso no es así; pero, a
la hora de la verdad, los únicos que ponemos límites somos nosotros.
Nuestra
experiencia como padres ya nos ha hecho experimentar más de una vez el “soy el
único que ...” Hemos hablado en cada caso sobre la petición que nos planteaba,
lo hemos escuchado, pero hemos sido firmes cuando ya habíamos tomado una decisión.
Ha habido lágrimas, pero también, pasado un tiempo, hemos recibido comentarios
de nuestro hijo: “cuánta razón teníais, no valía la pena…”
Les hemos de dar argumentos para que sepan evitar o resolver las dificultades que encontrarán, no podemos quedarnos paralizados sin marcar ningún límite; de todas maneras tenemos que seguir orientando y acordando con diálogo la hora de volver a casa. Si no tu hijo y el mío, si se deja llevar por lo que le da la gana, será de los que, a la primera contrariedad, no tendrá resiliencia para afrontar nada solos.
En pocas
palabras, lo más importante es ayudarlos a integrar su sexualidad en su
personalidad con naturalidad. No podemos olvidar que la inteligencia y la
voluntad los hacen personas capaces de no dejarse dominar por los impulsos y
ser responsables de sus acciones. Con serenidad y comprensión en esta etapa de
su vida los padres nos pondremos a disposición de nuestros hijos con una dulce
exigencia sin tirar la toalla. Siempre “exprimiéndose la cabeza” para buscar
alternativas que eviten que las salidas de noche creen un hábito en la vida de
nuestros adolescentes.
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