dimarts, 8 de juliol del 2014

El veraneo de los abuelos


El veraneo de los abuelos

 

La vida sólo se comprende mirando atrás, pero sólo puede ser vivida mirando hacia delante.

Sören Kierkegaard

 

La edad madura es aquella en la cual uno todavía es joven, pero con mucho más esfuerzo.

Jean-Louis Barrault

 

Hoy os ofrezco estas reflexiones sobre el tiempo de vacaciones de nuestros nietos.
Es mi pequeño homenaje a tantos abuelos que dedican el mes de julio a convertir su casa en guardería infantil y a pasar horas de paseos con cochecitos de bebés en los parques infantiles o en alguna piscina pública, a veces fatigados por las altas temperaturas del verano, pero sin perder la capacidad de disponibilidad tan propia de nuestros queridos mayores.

¿Vacaciones de los abuelos en verano?: Pocas.
Su espíritu de servicio se hace visible. Sigue su generosidad cuando después de julio llega el mes de agosto y procuran que el matrimonio joven se ausente una semana para descansar y se tome sus vacaciones reales.

¡Menudo regalo tener abuelos! Los abuelos, ya jubilados, recuerdan su juventud y saben que a sus hijos les conviene comunicarse mejor y que podrán hacerlo si tienen un tiempo para ellos solos y rehacerse del cansancio acumulado durante todo el curso; podrán airearse, salir de la rutina diaria y reponer fuerzas. Probablemente, ellos no lo pudieron hacer y el sueño que no realizaron lo proyectan en sus descendientes. ¡En este caso es una valiosa proyección!

Los abuelos dirigen su mirada al futuro como nos recuerda Sören Kierkegaard y hacen muy bien. Ellos saben que benefician a su familia y, aunque alguna vez sus dolencias no se correspondan con su buen ánimo, según la frase de Jean-Louis Barrault, perseveran en su papel con su esfuerzo cariñoso. Saben, también, que es la ternura que encuentran los nietos en su hogar lo que se guarda y permanece en el corazón y no se olvida nunca. ¡Cuánto siembran los abuelos y cuánto recogen los nietos!

Pienso en esta fábula que os transcribo para aplicarla a la fuerza del calor y del cariño en el trato de la convivencia. Es de Esopo, que vivió entre los años 550 y 600 a. de C.:

 

“El sol y el viento discutían para ver quién era más fuerte.

El viento decía: “¿Ves aquel anciano envuelto en una capa? Te apuesto a que haré que se quite la capa más rápido que tú”.

Se ocultó el sol tras una nube y el viento comenzó a soplar cada vez con más fuerza hasta ser casi un ciclón, pero cuanto más soplaba tanto más se envolvía el hombre en su capa. Por fin el viento se calmó y se declaró vencido.

Entonces salió el sol, y sonrió benignamente sobre el anciano. No pasó mucho tiempo hasta que el anciano, acalorado por la tibieza del sol, se quitó la capa.

El sol demostró entonces al viento que la suavidad y el amor de los abrazos son más poderosos que la furia y la fuerza”.

 
Los abuelos dan cobijo, calor y son de gran ayuda para limar tensiones,  transmitir raíces, tradiciones y dar un sabor especial y tierno a la familia, porque siempre ven todas las cualidades a sus nietos. Cuando son chiquitines los llenan de besos, canciones y abrazos; en la adolescencia saben  pasar por alto los cambios de humor y las salidas de tono que tiene cualquier adolescente; responden con sonrisas, buen humor, silencios cuando son necesarios y gestos amables.

Nos preguntamos si los padres jóvenes agradecen los desvelos de los abuelos. Pensamos que sí que lo valoran y lo agradecen pero les recordamos que es importante manifestárselo.

Encontré un día a una abuela disgustada porque después de haber dedicado tiempo y cariño a sus dos nietos de 10 meses y 3 años, porque sus padres al recogerlos le habían comentado: “Es que tú malcrías a los niños”. Lo hablamos y entre las dos acordamos que convenía evitar frasecitas de este tipo que de graciosas no tienen nada, porque las abuelas no son las malcriadoras oficiales sino, sencillamente, abuelas que se desviven para que sus nietos se sientan queridos y protegidos en ausencia de sus padres y adquieran seguridad.

Queridos abuelos, no nos dejemos etiquetar, conviene dialogar y aclarar siempre malentendidos. Quedarse callado y sufriendo por dentro es un cultivo para llegar al síndrome de la “abuela esclava”, que sería un ir haciendo a disgusto una tarea preciosa que da sentido a la vida de cualquier persona, especialmente, si esa persona se hace mayor porque los nietos dan sentido a la vida. Podría quedar entristecida, perjudicarse ella misma y no hacer felices a los demás.

Finalizo con estas dos sugerencias para padres y abuelos:

1.- Manifestar agradecimiento a los abuelos y, sin prisas, escuchar sus opiniones y apreciar el favor que nos hacen atendiendo a nuestros hijos  en tiempo de vacaciones escolares. Sabemos que las opiniones de los abuelos siempre son una referencia útil para los padres, aunque son ellos los que han de decidir cómo educar a sus hijos. Hago este inciso porque si bien sería un defecto por parte de los padres no valorar lo que hacen los abuelos también lo sería el que los abuelos quisieran intervenir en sus objetivos educativos.

2.- Recordar a los abuelos que si nuestros nietos ya son mayorcitos y pasan alguna temporada larga con  nosotros, es imprescindible establecer unas reglas de juego y que colaboren en las tareas del hogar; procuremos pasarlo bien, dedicando tiempo para ir con ellos de excursión, al cine o celebremos juntos alguna actividad atractiva. En realidad conviene celebrarlo todo porque es un privilegio poder estar con los nietos.

¡Feliz verano a todas las familias de Hacer Familia!

 

 

 

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